lunes, 11 de junio de 2012

Compra con el rumor, vende con la noticia


Uno de los dichos en la inversión bursátil es el título de esta entrada. Con ello se quiere dar a entender que el mercado va descontando la nueva información conforme ésta se va conociendo, y cuando ya es totalmente pública y conocida no hay nada nuevo que descontar y el precio ya está ajustado a la nueva situación.

Algo de esto parece haber pasado con la sesión bursátil del 11 de junio de 2012. Tras una semana en la que circulaban noticias sobre de qué forma y cuando los países de la zona euro iban a intervenir para solucionar (o por lo menos simplificar) los problemas de la banca española, se remitió al sábado para entre jefes de gobierno y ministros de economía alcanzar un acuerdo satisfactorio. Las posibilidades que se barajaban iban gustando al mercado, y al finalizar la semana el Ibex 35, por ejemplo, terminaba con una subida superior al 8%, mientras que la prima de riesgo con Alemania se reducía en cuarenta puntos básicos.

Llegó el fin de semana y durante el sábado se alcanzó el ansiado acuerdo en el que se ponía al alcance del sistema bancario español hasta 100.000 millones de euros mediante un mecanismo de préstamo mas barato que si el Reino de España tuviese que hacerse cargo de ello acudiendo al mercado. Las reacciones de los distintos gobiernos, del FMI, medios de comunicación… fueron de satisfacción y permitió a los analistas financieros disponer de todo el domingo para evaluar que era lo que había pasado y en función de ello tomar sus decisiones de inversión para el día siguiente. Pues bien llegó el lunes y el Ibex abrió con un alza de más del 5% y la prima con el bono alemán a diez años se situaba en un mínimo de 462 puntos básicos. Pero conforme avanzaba la sesión las ganancias se iban reduciendo, hasta que ya por la tarde aparecieron las primeras dudas desde Alemania sobre el rescate bancario, lo que ha terminado por dejar la sesión en una pérdida del 0,65% para el Ibex 35 y con la prima de riesgo subiendo hasta los 512 puntos básicos. Una explicación, aunque no excluyente, de lo que ocurrido puede ser la toma de beneficios de inversores que han acumulado plusvalías durante la última semana.

¿Es una buena opción comprar con el rumor y vender con la noticia? Pues, a veces funciona, pero como criterio general es mejor invertir en acciones de buenas compañías, que paguen dividendo y que estén infravaloradas o en deuda de buenas compañías con un cupón interesante, o en fondos de inversión que inviertan en este tipo de activos. Si lo que queremos es tratar de ganar dinero rápido especulando, igual es más divertido en estas fechas jugárnoslo en las casas de apuesta sobre si va a ganar Nadal a Djokovic o sobre quien va a ser el pichichi de la Eurocopa o quien va a marcar le primer gol de España en el encuentro contra Irlanda.

sábado, 9 de junio de 2012

La industria de servicios financieros tiene que cambiar después de 40 años (por su bien y el de nosotros)


Están sucediendo cosas importantes y no sé si nos estamos dando mucha cuenta. Dentro del mundo financiero, se está descomponiendo un modo de trabajar que ha durado cuarenta años; tiempo durante el cual la industria de servicios financieros ha progresado descomunalmente, no tanto como sus clientes cuyo patrimonio financiero no ha crecido de igual manera.

Este modelo que ahora está muriendo se ha caracterizado por varios elementos. 

El primero es, en determinados momentos, la absoluta codicia de la industria frente a sus clientes.

Ese problema de agencia ha provocado que los intereses de los clientes y de las entidades financieras fueran cada uno por su lado. Las segundas han obrado en su interés frente al de sus clientes incrementando sus ingresos vía comisiones u otros medios como la creación de productos extraños que han detraído renta de los clientes. Éstos han sido los contribuyentes de semejante progreso con la compra de productos que no le interesaban, con el aumento de los costes derivados de la gestión de su dinero y con la asunción de deuda bancaria que no estaban preparados para tragar. En definitiva, los bancos han hecho lo que les interesaba y, en muchos casos, no lo que les interesaba a sus clientes. Y lo han hecho porque han podido.

El segundo está marcado por el llamado “juego suma-cero”. La industria de servicios financieros ha promocionado una visión letal para el cliente que se basa en la idea de que en los mercados financieros se puede ganar dinero si se “mueven” las inversiones correctamente. Sólo a las entidades les interesa que los clientes muevan su dinero, cuanto más mejor, ya que si así lo hacen, generan muchas comisiones de las que viven las entidades y los mercados en los que se apoyan éstas. Los activos financieros tienen una revalorización propia según la naturaleza de su negocio. Si éste es un buen negocio, los títulos darán buenos dividendos, cupones y verán su precio subir de manera natural. Si las distorsiones exageradas y momentáneas provocan variaciones en los precios de los títulos y las personas “juegan” a aprendices de brujo con dicha evolución del precio, lo que ganen unos será lo que pierdan otros. Casos hay donde, al cabo de un año, el título apenas tenía valor y, entre medias, unos se forraron y otros se arruinaron. Mucha de la llamada gestión cuantitativa (hegde funds) bebe de esto. Unos señores muy sesudos buscan el patrón que los haga ganar dinero a costa de otros. En términos generales, la sociedad no se ve especialmente favorecida por esto. 

En tercer lugar, se debe señalar el pernicioso papel que han desempeñado los derivados financieros en todo este periodo de cuarenta años. Nacen justo cuando cae el sistema monetario diseñado en Bretton Woods. Nixon impide la convertibilidad del dólar norteamericano en oro a principios de los años setenta y, con ello, el sistema “cambios-oro” deja de existir. Justo en ese momento nacen los derivados financieros cuyo objetivo era cubrir el riesgo de tipo de cambio que empezaba a existir desde entonces. De esos polvos, estos lodos. Los derivados financieros tienen dos componentes que deben ser conocidas. Por un lado, otorgan crédito sin coste al que los utiliza. Si, por ejemplo, un usuario contrata futuros financieros, existirá un apalancamiento de aproximadamente 10 veces la cantidad desembolsada. Dicho de otro modo, si deposito 10.000 euros, invertiré un nominal de 100.000 euros.  Por otro lado, los derivados pueden ser adquiridos para cubrir un riesgo (su naturaleza original) o para especular, aunque la industria se cuida mucho de asumir esa palabra y lo denominan “inversión”. Con los derivados, se pueden tomar posiciones “bajistas” que ganan dinero si el mercado cae. Para aprovecharse de esto, se permite la venta de títulos simplemente depositando una fianza. Y a veces, ni eso hace falta. El problema existe cuando la cobertura no existe y “se invierte”. Si se adquiere un derivado sin una contrapartida en la economía real, esto equivaldría a contratar un seguro sin tener un coche. ¿Para qué hago esto? Simplemente para especular, aprovechando el apalancamiento brutal que ofrecen los derivados. Esta especulación ha hecho que los mercados de derivados crecieran exponencialmente desde los años noventa y en la actualidad, la inversión nominal de los derivados supera en varias veces el PIB mundial. Detrás de este hecho, se enmarcan los CDS, los Hedge Funds, los productos estructurados y una patulea de productos cuyo principal fin ha sido extraer renta de los pobres usuarios financieros.

Además, los derivados financieros han sido elementos de “destrucción masiva” como los denominó Warren Buffet, excelente inversor con todo el sentido común. En 2007 y 2008, los productos estructurados y complejos creados por Wall Street (sobre todo los CDS o seguros de impago de deudas) estuvieron a punto de hacer quebrar a una de las más importantes aseguradoras de EE.UU. (AIG). Si no hubiera sido por el rescate del gobierno de EE.UU., esta aseguradora hubiera sido incapaz de pagar las pérdidas por la especulación con los CDS. De haber sido así, la industria de servicios financiera norteamericana hubiera quebrado, como así lo hizo Lehman Brothers. Otros tuvieron que ser vendidos o rescatados en última instancia (Merrill Lynch, Citigroup, Fannie Mae, etc.).
Adicionalmente a lo anteriormente dicho, se debe añadir que el mundo ha vivido una explosión de crédito que ha hundido mucho dinero en promociones y viviendas que, una vez creadas, no aportan nada a la sociedad. Es dinero muerto a la espera de que alguien lo compre (éste era el objetivo fundamental de las promociones: Ser vendidas a un incauto que las comprara en un magnífico pase). Esa asignación de recursos vino fomentada durante los últimos diez años por una política financiera de tipos de interés bajos que, precisamente, España no necesitaba. Pero, en definitiva, eso se hizo y ahora tenemos que pagar por ello. Superado este problema, el reto del país debe ser crear empresas y riqueza con nuestro trabajo competitivo bien hecho. Las entidades financieras se han subido a ese toro crediticio para aprovecharse de él y, al final, han sido empitonadas por su codicia de nuevo.

En definitiva, la industria financiera se ha sabido adaptar muy bien en este entorno y las consecuencias han sido que:

Ha extraído renta de sus clientes a través de comisiones y productos que no interesaban a éstos.
Ha otorgado  y se  han beneficiado del crédito con codicia a través de su balance y del uso de los derivados.

Ha creado productos indirectos (fondos de inversión y fondos de pensiones) que, a largo plazo y en promedio, quitan más de lo que dan. 

Han arriesgado y, cuando les ha tocado perder, han creado un riesgo “moral” que no es otro que un rescate para evitar su caída. Cuando ganaban, nunca pensaron en repartir sus ganancias.

Se ha desarrollado una industria especialmente eficaz en la defensa de sus márgenes. En otras industrias, sobre todo en las de transformación, sólo la mejora del producto permite el incremento del margen por la ventaja competitiva o el ahorro de costes. En la industria financiera, los productos financieros han incrementado continuadamente sus márgenes sin incrementar la utilidad de sus clientes. Además, la competencia no ha provocado una lucha por el margen significativa ya que las entidades han sido especialmente hábiles creando nuevos servicios o productos que compesaran la caída de márgenes derivados, sobre todo, de la liberación del mercado a finales de los años ochenta.
Por último, la industria ha jugado un poder de seducción brutal sobre sus clientes. Con el uso de una jerga “sofisticada” intenta demostrar que aporta valor a sus clientes, cuando lo que realmente está haciendo en muchos casos es vender “motos” muy grandes a sus clientes. Las finanzas son sencillas en sí. La perversión del lenguaje y la seudo complejidad de sus ofertas casi siempre tienen el objetivo de marear al cliente y embaucarle para que se sienta satisfecho por lo que adquiere. La engañifla viene más tarde cuando el cliente se da cuenta  de lo que efectivamente consigue. Algunos ni se dan cuenta de eso.

Por lo tanto, la industria de servicios financieros debería cambiar sus formas y maneras. Pero puede que no lo hagan porque sus clientes no sepan o no tengan los arrestos para preguntar. Los servicios financieros deben estar al servicio de los clientes y no  al revés. Si los clientes no entienden esto se enfrentan a graves riesgos, siendo el más importante la escasez de ahorro para afrontar una vejez en calma, sobre todo con los sistemas de previsión social en serio declive. 

Por todo esto, las acciones que usted tiene para salir adelante pasan por:

Preguntar lo que cuesta cada servicio financiero que se adquiere y qué tipos de riesgos conlleva. Fundamentalmente, se debe preguntar cuándo y de qué manera rescato mi dinero y que gastos anuales me cuesta invertir. La simplicidad de los productos obrará a su favor.

Si algo no entiende, pregunte hasta que le quede claro.

Realizar un presupuesto personal de ingresos y gastos y considere qué riesgos personales tiene (quedar desempleado, subida de tipos de interés de mi hipoteca, coberturas personales, accidentes, vida, etc.)

Inviertir con una perspectiva de largo plazo. No entre en la ruleta del juego suma-cero. Piense que a usted le irá bien si las empresas en las que invierte le va bien. Identifique que empresas o proyectos son e identifique de qué van (aunque sea un poco).

No concentrar en riesgo y diversifique entre varias opciones (acciones, bonos, fondos de inversión, inmobiliario, etc.)

Pedir consejo independiente. No se deje embaucar por asesores que dependen de una casa o de la venta de productos. 

Considerar que lo que se gana en los mercados financieros no puede ser en promedio superior al 12% anual. Si tiene beneficios superiores de manera temporal, considérelos pasajeros. Todo revierte a la media (lo bueno y lo malo).

Finalmente, tiene que tener clara una cosa: Los mercados financieros no son un casino. Son un lugar donde depositar su patrimonio. Su revalorización a largo plazo será correcta y puede ser una buena manera de mantener su poder adquisitivo si obra con especial prudencia. Los suizos dicen que la banca no hace ricos a sus clientes; son ellos los que saben hacerse ricos a sí mismos. No se debe, pues, buscar en las finanzas un caldero mágico donde depositar dinero y verlo multiplicarse. Para eso, existe el Casino de Torrelodones que, además, es mucho más divertido.

viernes, 8 de junio de 2012

Entrevista a Pablo Gaya 5 de Junio del 20102


Como gestionar la tesorería de su empresa


Hay que tener en cuenta que no hay dos empresas iguales, que aunque pertenezcan al mismo sector y tengan una estructura, plantilla, facturación… parecida, siempre hay peculiaridades que marcan diferencias entre una y otra. A pesar de todo sí que existen una serie de consejos que pueden ayudar a mejorar la gestión de la tesorería de una empresa especialmente ahora que atravesamos por unos tiempos convulsos en el sector bancario y en los mercados financieros.

La primera recomendación es tratar de trabajar con más de una entidad. No siempre la misma entidad va a tener las mejores condiciones para, leasing, descuento de pagarés, cuentas a la vista, líneas de crédito, IPFs, seguros, ingresos de cheques, depósitos, créditos, comisiones por servicios, pagos periódicos, seguros de tipo de cambio… y en general todos los productos bancarios que en un momento dado pueda necesitar nuestra compañía. Se puede comparar y en función de las necesidades actuales acudir a una u otra entidad. Si siempre conviene diversificar, ahora más que nunca ya que muchos bancos y cajas de ahorro están atravesando por severas dificultades. Hasta el momento se ha optado por inyectar dinero público vía FROB o más recientemente por intervenir la entidad (Bankia). Ahora se está hablando de ayudas directas a la banca a través de la Unión Europea, pero no se puede descartar que en algún momento se deje quebrar a una entidad. En ese caso están asegurados los depósitos hasta 100.000 euros, pudiendo perderse el exceso o tardar tiempo en recuperarlo. Como consejo, convendría elegir una entidad que tuviese una parte importante de su negocio fuera de España para asegurarnos que por lo menos uno de los gestores de nuestra liquidez va a estar menos expuesto a las turbulencias.

Una vez seleccionado con quien trabajamos, de lo que se trata es de mantener el menor dinero y durante el menor tiempo posible en cuenta corriente, y destinarlo a invertirlo con la mayor rentabilidad que se pueda sin entrar en ningún momento en activos de riesgo, y guiándonos siempre por el principio de prudencia. Es fundamental tratar de adecuar pagos y cobros, aunque es complicado, especialmente si los clientes no siguen una norma fija de pago. Sí que es más sencillo establecer un calendario de pagos, porque algunos son fijos, como las nóminas, la seguridad social, impuestos, recibos… y se pueden hacer coincidir el pago con el vencimiento de imposiciones a plazo fijo o con la liquidación de la venta de un activo financiero.

En cuanto a los instrumentos a utilizar, en primer lugar está la cuenta corriente. Hay que conseguir una con las mejores condiciones, especialmente de rentabilidad. Para tratar de optimizar dinero a corto plazo, sobre todo si luego lo queremos hacer coincidir con un pago, tenemos las IPFs. Habitualmente se suelen hacer por meses (uno, dos…). Conviene sondear el mercado y ver quien nos ofrece mayor rendimiento. Para dinero que no se vaya a necesitar en un periodo de tiempo más largo (un año, año y medio, dos años) nos podemos plantear un depósito. Estos tienen la desventaja de la iliquidez, así que hay que asegurarse de que la rentabilidad que ofrecen es lo suficientemente elevada como para no alcanzarla de otra forma. Si tenemos miedo a que nos pueda afectar una posible caída de nuestro banco, se puede cambiar el depósito por un fondepósito. El fondepósito es un fondo de inversión que invierte únicamente en depósitos de entidades bancarias. Tiene como inconvenientes que la rentabilidad suele ser menor, porque como fondo de inversión cobra una comisión de gestión, y que no siempre está disponible, ya que tiene unos periodos de comercialización mientras que se buscan los depósitos, y una vez comenzado ya no se puede suscribir salvo con una penalización, y la iliquidez, ya que tiene una comisión por reembolso anticipado. Además, no todas las entidades financieras comercializan este producto. La gran ventaja que ofrece es la diversificación de depósitos, para asegurarte que una posible quiebra de una entidad no le afectaría a tu inversión más que de manera residual.

Los fondos de inversión son otro producto necesario a la hora de gestionar la liquidez. Su principal ventaja es la liquidez. Se tiene disponible el dinero en dos o tres días. Pero no todos los fondos de inversión son aptos para gestionar la tesorería. En primer lugar tenemos a los fondos monetarios (antiguos FIAMM). Son fondos que invierten en activos a corto plazo con una duración inferior a seis meses y que te aseguran un incremento del valor liquidativo día a día. Estos productos sirven para puntas de tesorería a corto plazo, ya que te aseguras no perder dinero, pero la rentabilidad es escasa. Por ello hay que tener muy en cuenta la comisión de gestión. Hay entidades que tienen varios productos de este tipo, y que solo se diferencian en la inversión mínima que exigen para entrar y en la comisión que se cobra. Si la inversión es inferior a por ejemplo 300.000 euros la comisión puede ser elevada. En este caso podría ser interesante buscar fondos monetarios de otras entidades que sí que ofrezcan una baja comisión de gestión. También son recomendables los fondos de renta fija a corto plazo, especialmente para un período de entre seis meses y un año y medio. En ellos es igualmente importante la comisión de gestión, pero también como haya sido históricamente el comportamiento de la gestión. Si vamos a poder disponer el dinero durante más tiempo, la recomendación es tratar de adecuar el plazo a la duración objetivo del fondo de renta fija (dos años, tres años, cuatro años). Aquí, lo fundamental a la hora de seleccionar un fondo es saber que tal lo ha hecho históricamente la gestión.
Para el cortísimo plazo puede ser interesante hacer repos de deuda pública. Se pueden hacer repos a un día, a dos días, a una semana, a dos semanas… La rentabilidad va en función del tipo de interés de mercado, pero habitualmente suele ser bajo. El único riesgo de estas operaciones es que la contraparte no te recompre el bono y haya que quedarse la deuda pública a vencimiento, pero implicaría la quiebra del banco. También se pueden utilizar activos de renta fija, pero aquí hay que ser muy cuidadoso porque nos enfrentamos con el riesgo de impago y con el de precio de mercado. Para un bono, conviene adecuar la inversión al vencimiento de la emisión y solamente recurrir a ello cuando se está muy seguro de que se va a devolver el dinero y siempre que la rentabilidad sea superior a la que se pueda obtener mediante otro activo. Por último, tenemos los pagarés de empresas. Son como los bonos pero a corto plazo. En este caso la liquidez suele ser menor, y tienen otro inconveniente, que en caso de quiebra de la entidad, los propietarios de los pagarés son los primeros perjudicados.

Como se ve hay muchos instrumentos y posibilidades a la hora de gestionar la tesorería de una empresa si no se tiene el tiempo o los conocimientos necesarios para llevarla a cabo no dude en consultar con un asesor independiente.